sábado, 16 de enero de 2010

Change (in the house of flies)



Tercera semana de 2010, según el horóscopo chino el año del Tigre: donde "prevalece la fortaleza y ante los retos el gran hombre se levanta, en busca del éxito."

Deseaba ser ese hombre.

La lluvia continuaba cayendo cuando se detuvo en aquel barrizal, la cacería de empleo parecía suficiente por hoy. Observó el cielo mientras seguía sonando música en sus auriculares, le acompañaba sumiéndolo como si de un videoclip se tratase y el mundo parecía cerrar sus ojos.
Tornó la mirada sobre sus huellas y contempló en el currículum el peso del ayer, negociando con la suerte, de Celestina en su confesionario, chófer a tarifa especial o la labor semi-profesional como bufón de la corte. Regalando oídos y abrigos al silbido de protagonistas, anhelando un papel principal de su propia obra, ya atascado de ser un mero observador en aquellos días de borrascas, de su jodido perfeccionismo a trazar planes milimétricos a largo plazo, pues nunca ubicó el momento de pasar a la acción.

Todo se alteró gracias a aquel verano arrítmico en el que el frío cerró un papel fundamental, se sintió menos humano, pero más maduro, un destello de lo que estaba a punto de suceder.
Tras años de vacío académico el regreso le supuso un punto de inflexión, era el óbice de su letargo. Tocaba cerrar un ciclo. Su vida comenzó a cobrar sentido, había salido fortalecido de aquel coma. Entonces emergió en aquellas mañanas una figura de cabellos dorados cuya sonrisa le sirvió de sustento en vísperas de resplandores. Su despertar era completamente diferente, cual Gregorio Samsa notaba que algo había cambiado: ahora ansiaba el calor.

Los proyectos por fin iban tomando forma, las ideas se manejaban claras y recordó qué le había llevado a emprender tales retos y la búsqueda de su válvula de escape, la búsqueda de su éxito.

Sonrió.

Aquellos papeles fueron guardados en su carpeta y volvió la mirada al frente con la intención de enderezar su rumbo, lo principal era deshacerse de aquel lastre que arrastraba tras casi siete años de inactividad, pero ya había iniciado el camino y no pensaba detenerse de nuevo. Tenía el apoyo necesario y la mejor compañía. El porvenir estaba al llegar y eso le ayudaba a vivir contento.

Nunca disfrutó tanto como bajo aquella lluvia.

Estaba señalado, éste era el año: el año del cambio, en la casa de las moscas.

1 comentario:

  1. Ves, por eso tienes que escribir más. Me gusta, escrito enrevesado, pero leído cristalino como el agua. :)

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